¿De quién es la culpa?

El gusto por los días nublados, la búsqueda de relaciones humanas idóneas, una estúpida noción de lo que es "bueno", lo idealista de los planes, la perfección en los pequeños actos de la vida diaria, el "purismo" del que presumen los amigos sobre sus áreas de interés... El vicio de anteponer los intereses de los demás a los míos... Son todos pequeños problemas que me ha traido este espíritu de buen samaritano que antes de hoy había soportado. No más. Bueno, al menos, no siempre.

Sin embargo, ésta no es la congoja del día de hoy. La queja es que ahora toda la culpa es de Platón, no porque piense que el cuerpo estorba para pensar, sino porque esta noche he comenzado a odiar el dinero. Y el grillo narrador de esta historia desconocida para usted, estimado lector, de la cual yo soy el único personaje, ha de terminar su relato diciendo: y guardó para sí las explicaciones.