Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



31 mar 2011

Adentro, ocupado...

fue la respuesta de mi hermano en la mañana a uno de mis amigos cuando preguntó por mí. Ello me dejó pensando en esta entrada de 6 minutos, en una única queja: no puedo con todo. Me esmero por ser buen estudiante, buen profesor, buen ayudante, buen hermano, buen aficionado a la lectura y la escritura, tener un buen ánimo para los compañeros de habitación, en ser buen hijo... por tener alguien digna de un "Hallelujah!, I love him so"... todo a la vez, y no puedo. "El que a dos amos sirve, a uno ha de quedar mal" dice papá, pero mis niñerías y la fuerza en los brazos me prestó la soberbia que me faltaba y lo quise todo... y lo quise ya. Y, vaya, la organización de mis asuntos no es un deporte que yo practique muy bien, aunque tal vez sea necesario un poquito más (un cachito, así, juntando los dedos pulgar e índice de la mano derecha al decirlo) de voluntad. No he fallado por completo a ninguno de mis amos, pero uno tiene límites. Y entre cansancio y pesadumbre asoma la realidad.

- o -

Después de leer tantas páginas* que el tiempo escribe con mi mano,
quedo triste, Tarumba, de no haber dicho más,
quedo triste de ser tan pequeño
y quedo triste y colérico de no estar solo.
Me quejo de estar todo el día en manos de las gentes,
me duele que se me echen encima y me aplasten
y no me dejen siquiera saber dónde tengo los brazos,
o mirar si mis piernas están completas.
"Abandona a tu padre y a tu madre"
y a tu mujer y a tu hijo y a tu hermano
y métete en el costal de tus huesos
y échate a rodar, si quieres ser poeta.
Que no esclavicen ni tu ombligo ni tu sangre,
ni el bien ni el mal,
ni el amor consuetudinario.
Tienes que ser actor de todas las cosas.
Tienes que romperte la cabeza diariamente
sobre la piedra, para que brote el agua.
Después quedarás tirado a un lado
como un saco vacío
(guante de cuero que la mano de la poesía usó),
pero también quedarías tirado por nada.
Yo me quejo, Tarumba, de estar sirviendo a la poesía y al diablo.
Y a veces soy como mi hijo, que se orina en la cama,
y no puede moverse, y llora.

*Jaime Sabines. Tarumba, 1956.

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