
Las seis en punto de la mañana y está ahí, sin falta. El cansancio de la noche y ella habla conmigo. El fastidio de los viajes largos, de todos los días, y está junto a mí. Mi cuerpo se queja, no puedo correr más, y ella sale a mi encuentro. El hambre dos horas antes de terminar la jornada y siento que me habla quedito al oído. El libro amenazándome: "no me abrirás, no lo soportarás", con el cuaderno en blanco y noto su sombra. La he visto pasar con la paciencia de la mano, en su amor idílico, y me alegro. Y la voluntad ha de ser como los niños tercos, haciendo berrinche, para llevar a buen término mis empresas (entiéndase: para salirse con la suya).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí sus opiniones.