Yo, el señor. Yo, el muchacho, el hombre, el infantil a ratos, el menesteroso, el sigiloso, el vigilante, el trabajador, el cariñoso, el perezoso, el malhumorado, el desidioso, el exitoso, el apartado, el que no importa, el que no le importa si no importa, el hostil. Yo, el otro yo... Yo, un diablo; porque no creo en Dios, por orgulloso, por aquél 'para que el hombre sea más dueño de sí mismo' de Confucio.... Yo, el soberbio. Yo (hablamos del ego) que hacía tantas cosas, que se jactaba de llevar a buen término la escuela, la beca, el trabajo y la novia... ¡al mismo tiempo! Yo, el que trabajaba, el que nunca se conformaba... el que hacía ejercicio... el que no dormía, el que andaba en todos lados. ¿Dónde está?, ¿dónde estoy?... ¿cómo llegué aquí? (y así), ¿y quién es usted? ¿Por qué he preferido la tranquilidad y la paz?
¿Por qué se ha desdibujado mi rostro en el espejo?
¿Por qué se ha desdibujado mi rostro en el espejo?
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