Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



12 nov 2011

El Señor Unidimensional

Sí, de dimensión ¡uno! Uno, de único, de pájaro en un cielo sin nubes, ni lluvia ni nada más que sus alas, de insecto en la tina del agua cristalina de mi casa, gotita de café nadando en la hoja en blanco. Único, como la pupila de cada ojo, como la cantidad de corazones en el pecho, como yo este fin de semana. Único como la soledad, único de uno, del número de ese 'algo' que se le puede medir a este señor: el tiempo. Así le dibujan mal con gis, de izquierda a derecha, 'línea del tiempo', figura ideal, porque es sólo unidimensional, el ancho de la línea de tiza estropea su nombre, la idea, pero le fotografía y así se le señala. 

"Tiempo: del latín 'tempus', masculino, duración de las cosas sujetas a mudanza". 

Y uno, equipado con pies de andariego, mudándose, moviéndose... Por lo tanto, uno (yo, el que escribe, usted, el que lee) no tiene otro remedio que ir hacia atrás o hacia adelante, lo que produce pesar, lo que a ratos espanta. Filósofo, poeta o matemático... físico, historiador o carpintero: todos víctimas de la incertidumbre con el tiempo. ¿No será su linealidad una manía nuestra, colectiva? ¿Por qué no meterlo a la prensa y aplastarlo... y ensancharlo?, ¿qué demonios nos impide medirle ancho, largo y profundidad... y llenar una maleta con tiempo? Confórmese, retorcer su línea y pasar dos veces, en tiempos distintos, por el mismo camino, ya es un lujo de la nostalgia. Y si es una idea, ¿por qué su creador se quedó tan corto con el desborde de su imaginación? 

(Le digo un secreto: es por pensarme como equilibrista sobre el hilo del tiempo que me inquieto, iniciando la lectura de mis libros en el capítulo dos).

El tiempo ha de ser como la muerte: se palpa, se sabe que existe... quizás se inventa... pero al ser de todos, le pido, no muestre este texto a este señor... se ofendería de saber que hablo de él, sin conocerle. Y le temo, porque vivo en su casa (mi vida está llena de él), porque sabe sanar heridas, imparte justicia de cuando en vez, pero también corroe los pórticos, por más soberbios que sean, y pudre las hojas. Le temo, porque el reloj es su sirviente... y mi fiel carcelero.

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