Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



20 nov 2013

Patrones emergentes


El camino que lleva a casa. Las mañanas que cada ocasión se antojan distintas. Pero el ajetreo de los pies de los señores que, sigilosos, van a hacer desde temprano todos los mandados del mundo. Suéteres y perfumes recientes, cabellos aún mojados, manos frías... el café y su cabrón escándalo a cada nariz (a todas) antojándosenos. Una mañana, pues, que me trajo la nostalgia de la ciudad, los recuerdos de otros amaneceres menos ordinarios en los que también se precisaba volver a casa. 

Hoy fue preciso volver a casa... temprano (a uno se le hace tan tarde que vuelve a ser temprano) y bajarse, hombre común, en cuaquier parada del camión, desde cualquier asiento de ese camión cualquiera, conducido por un hombre ordinario, tosco, efímero... un día de noviembre, un día cualquiera. Camine por la plaza principal de este rancho cualquiera, recuerde los elotes en bolsita que no vende nadie (no tendrían qué estarlo sólo porque Gotitas de agua esté en mi cabeza... es muy temprano), y allá donde se ven los anhelos de su corazón (señor Diablo), junto a la Parroquia, contra esquina a sus pesares, frente a su agotamiento, tome el mismo sendero que lo lleva a casa: calle La Paz... una retorcida casualidad de esta vida de la que ya estoy cansado.

Hospitales, automóviles algo caros de los médicos, vestíbulos limpios y olorosos a pasillo de hospital... doble la esquina, calle de la amargura y la zona de las funerarias, los traficantes del hueso de manzana escupido al suelo que es el cuerpo de uno, ya viejo y sin el alma. Como quien avanza en el tiempo del primero enfermo y  ahora encerrado, se llega al Panteón.

Las vías del tren, emulando a Caronte, y yo sin un sólo óbulo... El Diablo casi ha llegado a su casa. Redención, purgatorio, vida después de la vida, está mi casa, pasando aquellos campos de flores marchitas, de recuerdos apagados. "Prolongación La Paz", una mala jugada del destino... o una premonición muy hija de la chingada.

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