Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



28 feb 2010

Imaginario: la conciencia transparente

Sus manos frías, delgadas, hermosas... dedos de porcelana, voz de mujer, su brazo junto del mío, su nariz afilada, sus dulces ojos negros, su cabello, sus caderas... y hasta allí: mi corazón exhaltado. Las malas clases que he dado, la paga ausente, la maldita tesis en el tintero, las discusiones silenciosas (sí, leyó bien, las hay) con Diego. El cumpleaños de Julio y lo agradable de su persona, la cerveza y el desvelo, la computadora averiada de Mauricio, el Diablo sin su bicicleta. Se me va la vida y me golpea el tiempo la cara como el aire de hoy por la tarde.
El cansancio es el de todos los días, mas hoy no trae fastidio. Hoy se termina el fin de semana: el final del final... fin y término, dos palabras que anuncian al lunes y que inquietan mi cuerpo, incitándome a dormir. Quiero más tiempo, aún tiene la taza un poco de café. Hoy me soporto a mí mismo. Hoy me alegro, fatigadamente.
¿En mi mente?: unas obligaciones menos no me vendrían mal, un poquito más de organización evitaría los lamentos escritos, una pizca de calma haría bien a mi estómago, con dormir a mis horas disfrutaría mejor los días soleados, las tardes radiantes, las hojas sueltas de los árboles y el crepúsculo naranja como el de hoy, al lado de ella... Y me voy diciendo que desempolvar el entusiasmo por la vida (como hoy) sería sano, que no debería sentir vergüenza de abrir el pecho y mostrar la parte translúcida de mi conciencia, de dibujar estos sentimentos en mi cara... me digo que ella está en mi mente y así no es capaz de verme en la realidad, que el amor de ella en mí no existe (aún). Mujer imaginaria, no escribiré más cosas que sólo son para mí.
No puedo deshacerme de los cuervos que rondan mi cabeza, no hay día que las cosas del mundo impriman su nombre en mi corazón y me hagan pensar la realidad a mi manera. No hay momento en que viva en una realidad imaginaria, tan parecida a los sueños, tan distante de mi piel, tan muerta como cada botón en mi camisa. La realidad es una, distinta a la que yace dentro de mi burbuja de cristal. Y el acertijo es: ¿dónde está ella?
Como quiero una conciencia transparente para navidad, el atardecer de hoy voy a guardarlo en las entrañas, y porque no volteé a verlo más que cuando despegaba los ojos del reflejo de ella sobre el ventanal, porque tantas emociones no caben ya en mi pecho, ni lo dejan sanar. Ningún momento simbolizó mejor que éste el fin de semana: ella en el ventanal.
Dos minutos y medio dura esta interpretación de Chopin... y ya no he de repetirla. En la taza dejó de haber café y la tinta de mis dedos escribe letras que se desvanecen. Me voy a la cama, poseedora de otra realidad (también imaginaria), a esperar que el sol regrese, como todos los días, a calentar mis anhelos.


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
(Nicanor Parra)

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