Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



15 feb 2010

La Épsilon

Érase una vez una Épsilon -uno se refiere así a las cantidades pequeñas, las que se usan en los límites... Erdös llamaba así a los niños. Vivía en su casita infinitesimal, con su camita de incrementos pequeños, su cobijita bidimensional. Su casa (suficiente para albergar a una letra mayúscula), era la más hermosa de la vecindad de radio delta, la más colorida, la más cálida en invierno, la más fresca en verano, la que siempre he tenido ganas de conocer.

Leibniz nunca imaginó que una de sus herramientas fuese a cobrar vida propia y ni siquiera Newton (con todo y la soberbia que la caracterizó) pudo predecir que La epsiloncita (como solían llamarle aquéllos que se jactaban de vivir cerca de su corazón) sería vista como una bella mujer (pequeña, pero bella).

Se paseaba entre infinitésimos, cercana siempre al cero. Se decía feliz y acompañada por él cuando mi camino se topó con el suyo. Ese día, vestía una blusa blanca y observaba un concierto (¿era una obra de teatro?) de no sé qué. Siempre le he dicho que recuerdo ese día... porque ése día la ví por primera vez, porque ese día observé el fondo de sus ojos claros y lo largo de sus cabellos. Me mantuvo a distancia de sí y un largo tiempo (uno que no creí acotado) no supe de ella. Hace poco tiempo volví a encontrarla (aquí, esta última palabra tiene un significado que guardo para mí) y advertí que algo en ella había cambiado. De nueva cuenta traté de buscarla y fue cuando me sorprendí: el tiempo había hecho estragos en mí, en la mente y las entrañas... yo también había cambiado. Mas no fue lo peor, ahora ella tenía alguien a su lado.

1 comentario:

  1. Manuel (el pelón), dice que no le ha gustado esta nota, porque prefiere el Análisis No Estándar a las épsilons y deltas.

    ResponderEliminar

Escriba aquí sus opiniones.