Los sucesos corren frente a los ojos y cada uno de ellos lucha por quedarse en mi mente. De todas las imágenes que uno puede percibir, ¿por qué unas se graban muy hondo en las entrañas y otras no?, ¿por qué recuerdo hasta la blusa beige y el pantalón de mezclilla que cubrían su cuerpo aquél soleado día? Su imagen se me grabó en la memoria, allá en el preciso lugar donde yacen todos los recuerdos que he extraviado y que no he vuelto a encontrar. Hablar de Medusa (el nombre que le puse, porque las pocas veces que posé los ojos sobre ella, quedé como petrificado) era como percibir el perfume de la ninfa y nunca saber dónde había estado la mujer.
Es la n-ésima vez que escribo sobre ello y aún disfruto hacerlo. Creo que ésa es una de las actitudes que me hacen sentir (parecer) viejo ante los amigos. Estábamos en Tuxtla, en uno de los concursitos de ciencias básicas. Cuando me fijé en sus anteojos de pasta, ella estaba parada a la orilla de una alberca y yo atado a la porción de suelo que tocaban mis pies. Aquélla sensación bastó para que después de casi 7 años, aún la recuerde.
Lo siento, acabo de bañarme... por ello siento limpia hasta la conciencia.
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