Cuando la idea de comprarme una trompeta cuajó en mi mente como las gelatinas, mis pulmones no tenían aire para ello: seguía con tos. Ahora, que tengo quien me enseñe (y con gusto) a tocar bien el piano, no lo puedo comprar. Pero lo haré, tengo ya varias canciones memorizadas para la trompeta y la emoción de aprender a tocar bien el piano, con ello me quedo por lo pronto. A ratos me sorprendo chiflando canciones muy viejas, de las que conoce mi padre en su oficio de músico populachero dicharachero (oficio que ha dejado muchas y muy hermosas huellas en mi corazón)... es entonces cuando recuerdo que también he querido tocar bien la marimba... y un recuerdo jala de la mano al otro como las señoras jalan a sus hijos justo antes de caer. Los recuerdos que quedan colgando son de Comitán, de la vida tranquila y de mis padres en la flor de su juventud.Hace ya varios meses tuve un tierno sueño. En él regresé a casa, yo de 24 años, mi madre de 20 y mi hermanito de 3. Hasta allá andaba yo cuando La Épsilon me miró de lado, tras sus antejos de abuelita, desde el sillón donde ella cabe como 9 veces, con ésos ojos que suelen penetrar hasta el tuétano... Vuelto a la realidad, como estoy, de un tirón, setí el café pasearse por mis tripas y la pena de hacerla esperar. Hoy es domingo. Aunque, ¡ah, qué hermoso sueño!, el de mi madre, el del piano y la trompeta... Uno de estos días se los voy a platicar.
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