Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



27 abr 2011

Festejos y elegías


Llenos de insomnio tengo esta noche los ojos, tristeza con pegamento en el pecho y el mismo problema de siempre: mal de amores. No me acongojo... Al contrario, me alegra. Ya bien sabía que poner el corazón en el brillo de las cosas (mi amor hacia ti, mujer) puede dejar dolor, puede hacer sufrir. Yo lo sabía. Y te sufro con paciencia, definitivamente. Si no fuese porque me contradigo, diría que te sufro con gusto: la pena también es parte de vivir. La ausencia de tu cuerpo, de su perfume y de una de tus palabras me es, pues, soportable como dolor de rodilla tras el golpe: mientras cala, se sabe que ha de pasar. Te extraño sobremanera, no lo imaginas, y necesidad de ti fue lo único que recogí de tu calle esta noche, de necesidad de ti se me llena a media luz este frágil (y por tanto, maldito) corazón.

Y sí, te quiero. ¿Qué otra razón tendría yo para buscarte así? Imagina, pues, lo feliz que me hará verte de nuevo... "mirarse en la claridad de tus ojos", como te mandé decir por la mañana. ¿El quererte no es, así, suficiente para alegrarse y sentirse vivo?

Si yo pudiera morder la tierra toda*
y sentirle el sabor sería más feliz por un momento...
Pero no siempre quiero ser feliz
es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural...
No todo es días de sol
y la lluvia cuando falta mucho, se pide.
Por eso tomo la infelicidad con la felicidad.
Naturalmente como quien no se extraña
con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas...
Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la
infelicidad.
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,
y cuando se ha de morir,
Recordar que el día muere y que el poniente
es bello y es bella la noche que queda.
Así es y así sea.

*Fernando Pessoa.

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