
que este cuaderno sufre de 'resequedad literaria' cuando dejo de escribir en él. Me ha encantado el gesto y busco con vehemencia una explicación cuando ello sucede. He considerado varias razones: la falta de lectura, otras ocupaciones varias, un sentimiento echado a perder (medio descompuesto) en el tazón del corazón (¿la melancolía?), quizás poco empeño, etcétera. Busco un suceso de mi vida que deje agrietada y arenosa esta tierra en que se escribe.
Eso es lo que pienso. Pero pensar y sentir no son lo mismo y yo siento que esta mata donde me nacen y crecen las palabras está perdiendo las raíces, o se trasplanta, y ello hace que la fruta, lo que digo, no sea lo suficiente madura para ser devorada (leída). Quisiera fuera como las jacarandas en estos días de abril, que llaman la atención, que obligan a verles, que tiñen de lila el suelo donde crecen y enamoran a la gente que divaga su mirada, como yo.
La razón me pide elegir una explicación sesuda y opté por intentar leer un poco más. Celebro, pues, la llegada de mi biblioteca (aunque incompleta, como era de esperarse). Hoy hay que comer palabras de los libros, en particular los de poesía.
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