Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



20 may 2011

Lejanía

Aquí hemos pasado parte del tiempo (el tiempo, que lleva pintado de azul en la piel la vida). Algo me ha de estar sucediendo que la imagen de la luna se me desdibujó y tuve necesidad de volver a verla. Creo saber lo que sucede: estoy despidiéndome, cerrando un ciclo, como dicen los amigos, porque mucho me viene a la mente, entre el alquitrán y el café endulzado, una madrugada en la Universidad, en que lo único para pensar era en lo viejo y arrugado de mis planes.

La madrugada es como la soledad y ésta es también como aquélla. Uno piensa, contempla, se observa, mide, calcula, toma decisiones en soledad... y la madrugada contiene tanto de ella que uno la prefiere a la noche, en que uno necesita calor. Ha de ser por ello que me gusta mi imagen en los amaneceres y la promesa de las puestas de sol.

Me despedí, pues, por primera vez de muchas cosas (que no he de enumerar) de madrugada. Aligeré mi carga, las abandoné y me quedé con lo novelesco de las vivencias. Así es como me he educado a mí mismo.

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