Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



6 may 2011

Sigue participando

Me lo dijo en pocas palabras, cerró este libro con muy pocas palabras. Y yo que tenía tantas ilusiones, y yo que me había hecho castillos, torres altas. Terminó con algo que aún no habíamos empezado bien, pues no la convencieron las imágenes de todo lo que yo, para Ella, podría ser... lo que ambos pudimos haber sido. Es triste. Quizás no supe decírselo. ¿Sus razones?... el miedo al dolor que puede traer el amor (ése el motivo, ¿ése el pretexto?, ¿fue, acaso, mentira?). En muy pocos casos en la vida (son contados, excepcionales e incluso ideales) uno tiene certeza del futuro... y cuando se tiene, el equilibrio es muy frágil: canica de amor sobre alfiler, pétalo de flor en el pretil de la azotea, pluma en el viento... Y tras los motivos el "no quiero". Resuenan en mi mente todavía esas dos palabras: no quiero. Se cerró a cal y canto, azotó la puerta y me dejó fuera de sí, habiendo primavera y un sol omnipresente tras de mí. ¿Qué hace uno con las ganas (tan sólo con las ganas) de mostrarle mis estrellas? No quiso, no lo quiso. Prefirió su temor a mis estrellas. ¡Qué triste! Es muy válido, tiene todo el derecho... ¡ni modo!

Sin embargo, he de guardarle en el pecho durante un tiempo, por si acaso.


Eternidad*

En mi jardín hay rosas
yo no te quiero dar
las rosas que mañana...
mañana no tendrás.
En mi jardín hay pájaros
con cantos de cristal:
No te los doy, que tienen
alas para volar...
En mi jardín abejas
labran fino panal
¡Dulzura de un minuto...
no te lo quiero dar!
Para ti lo infinito
o nada; lo inmortal
o esta muda tristeza
que no comprenderás...
La tristeza sin nombre
de no tener que dar
o quien lleva en la frente
algo de eternidad...
Deja, deja el jardín...
no toques el rosal:
Las cosas que se mueren
no se deben tocar.

*Dulce María Loynaz

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