Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



3 may 2011

Del abandono

Me digo (le digo a todos, a este cuaderno): he dejado de fumar. Hay quien responde que el siguiente paso es el ejercicio físico (abandonar la inactividad, quiero decir) o dejar de perseguir como loco el café en el desayuno, en la cena y después de comer. He salido a correr, pero me niego a abandonar esa amargura azucarada, ese paliativo al corazón húmedo, que sigue siendo para mí el café. Quiero dejar muchas cosas. A ratos me siento fuerte y me imagino sin las ataduras de los deseos de la gente, a solas... otros instantes más hago un esfuerzo hercúleo y me imagino sin familia, sin Matemáticas, sin libros y sin mujer... cada cosa una cadena de color distinto en situaciones también diferentes entre sí. Es, pues, cuando siento llegar demasiado lejos y me pregunto si es bueno tanto egoísmo. La vida de hermitaño es un sitio inhóspito, quizás seguro, que no me gusta. Bebo un sorbo de café antes de dormir, comienzo mis sueños aún en la vigilia, reviso mis argumentos. Y es entonces que comparo al cansancio de la noche con la idea de mi propia vejez... Definitivamente, quiero dos manos de mujer (tan sólo dos) que hurguen en mi pecho en la oscuridad, quiero (ya en mi casa) un sitio a solas entre libros, una buena formación en Matemáticas y, también, mi propia familia... en ese orden.

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