Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



4 jun 2011

De viejos amores

He vuelto a los mismos libros y admito que el sentido de la obligación me llegó antes del placer de recordar, como sucede cuando uno restriega sus ojos y estira los brazos antes de levantarse por la mañana. Recorrer las mismas páginas ya sucias, ver el reflejo de un tiempo mío en las notas al margen de proposiciones y teoremas, destacando detalles emocionantes y partes para las que mi entendimiento no fue suficiente (camino abierto a pico y pala a través del monte oscuro) resulta ser grata experiencia. La constante espiral de Hegel: posarse sobre el mismo sitio en tiempos distintos.

Uno se siente el esclavo de Platón, pero no lo es. Uno quisiera, a ratos, solamente pasar la vista sobre lo que, se supone, ya se sabe, mas siempre hay polvo que quitar. Como con las congojas del corazón de antaño, hay mucho qué hacer, volverlas a mirar, ponerles atención otra vez un poco más adelante en el camino, explicarse con ojos distintos cada vez la misma parte mi tiempo. Uno agradece, aquí, a la vida, que todo (o casi todo) sea efímero... que uno olvide, añore y quiera volver. Es echar un vistazo a la habitación antes de salir a la calle en pos de una esperanza, ¿olvido algo? Es prepararse para las nuevas y emocionantes empresas.

Es así... el Análisis, la linealidad el Álgebra, lo esotéricas que aún me resultan las ecuaciones diferenciales... remembranza de viejos amores, sitios que es bueno volver a pisar.

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