Una paz inconmesurable se siente con papá y mamá en casa. Papá a tiro de vista, en el cuarto de enfrente, leyendo de Silvestre Revueltas; mamá, en mi cama, dormida. Algo irreal sucede dentro de mí con la proximidad de sus cuerpos. Me alegró verles por la mañana, me alegra abstrarme de mi chingado mundo y no ir a trabajar para estar con ellos, me iluminan el alma esos dos pares de ojos. Me inflama el pecho este individuo en el que me convierto junto a ellos. Y la tarde nublada, lluviosa, arrojando luz sobre mis rincones, despidiendo el junio de mi calendario, encendiendo esta vela que la visita de mis padres ha puesto en mi corazón.
Mi corazón, que sabe a café... y truena... y huele (como Chiapas con su cielo de junio) a tierra mojada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí sus opiniones.