Todos lo hemos experimentado alguna vez. Hablo del mundo desdibujado. Interiorizarse, abandonarse absorto a los pensamientos es drogar al cerebro, pedirle que cierre las ventanas de los sentidos, que dirija los ojos hacia adentro, que la vista ponga atención solamente en los puntos inicial y final de su recorrido, una pequeña, infinitesimal, curva que inicia y termina en el mismo lugar. Parado sobre nada, sobre el mundo olvidado, recordé la orquesta sinfónica del día anterior (que hace mucho no escuchaba), en lo que me hizo pensar. Los directores de ademanes elocuentes, el pianista y su sensibilidad derramada en la piel, los instrumentos del fondo a los que comparé con los condimentos fuertes, los aderezos poderosos que uno usa solamente en pequeñas cantidades. Luego, las piezas del nacionalismo ruso, indagando lo que le habrá pasado a las vidas de esos músicos rusos para que hayan logrado composiciones tan dramáticas y hermosas. Y aquí es donde el recurrente pensar sobre el ser humano, sobre mi "hombre en el espejo", sobre mi espejo, sobre mí, que soy igual al otro que se sentó a mi lado. El vuelo de lirismo que resulta advertir lo que las condiciones, la geografía, la demás gente alrededor, la educación, hacen de una persona... de una como ellos, los artistas, los escuchas, yo.
Yo. Posado sobre un lugar que sigue siendo novedoso, lejos de "mis" gentes, de lo que conocía. Una tregua a las influencias de los míos, sobre mí, hombre vulnerable. Yo, diciéndoles con alivio a los incómodos conocidos míos de la Ciudad: sin ti. Yo, conmigo mismo. La probadita de soledad tan necesaria como el alimento, la filosofía, el sexo y el agua. Una danza silenciosa con los ojos cerrados.
Se acaba, pues, el efecto narcótico. Otra vez el oído, el viento en la piel, el sol de las seis de la tarde, el sabor del tabaco. El mundo desdibujado volvió a aparecer, la luz del menguante día como araña en las paredes, en el empedrado de este callejón de Guanajuato, sobre los letreros. Dibujar el mundo para los sentidos es como inventarle formas a las nubes, a ratos es ver en ellas lo que uno quiere ver, interpretar en el letrero del bar de enfrente un significado que seguramente no tiene, que solamente es para uno:
La vida sin ti
Abierto desde ayer por penas de amor.
Y la grata compañía después, nuevos mundos en otras cabezas que me han hecho mucho bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí sus opiniones.