Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



8 jun 2011

Muñeca rusa

Por fuera uno advierte a la muñeca. Dentro de ella, una aflicción, llenándole los huesos la desesperación, una maldita idea, una irrefutable decisión. Dentro de aquella playera amarilla, con la inscripción "Facultad de Filosofía y Letras", él, tranquilo, fuerte, mar en calma, noble, transparente. En la aflicción de ella, su corazón, amordazado, atado a la silla de la desesperanza, despojo de toda idea feliz. Él había decidido regresar, el fluido del tiempo entre manos se pierde, se hacía tarde. Ella, lágrimas en los ojos, mojándosele el corazón, dejó tras de sí a su inconcebible soledad y cerró la puerta de casa. El viento de la tarde los contenía a los dos.

Dentro de su mente, unos días atrás, filosofía para ella: papeles, libros, notas, seminarios, otra vez libros... Desde hacía días, necesidad de conocimiento para su vida, de respuestas en las inquietudes de él que lo llevaron a visitar de nuevo la Universidad. Luego, dentro de la Facultad, uno frente a otro, sin advertirse, sin contemplarse, objeto inanimado uno del otro, una forma más en esta enorme ciudad en que la gente, como los animales y las cosas, no hablan.

Cada uno bañándose en aguas distintas (Heráclito) en distintos ríos. Hasta ayer: fin de todo anhelo, después del arrastrado día, del desgraciado suceso, líquido fétido y viscoso en que ella se retorcía. Hasta ayer, desgraciada la noche con todo y su "mejor mitad de la vida"*, maldita sea la luz (sea de Luna, sea de Sol), ¡desgraciado tú! repetía. Hasta ayer.

Calle abajo, tras cerrar la puerta, contempló la visceral idea. Le olió, le sopesó en las manos, le probó, pensó en sus consecuencias... y para llevarla a cabo, ¿es la estación de metro un buen lugar?, se decía ella... y al decidir que no al tiempo de la llegada del tren, abordó el vagón por una entrada. Él, por por la otra. Ella parada, lágrimas secas, odio solidificado en el fondo del pecho, en un extremo. Él, sentado, mar en calma, tranquilo, sentado en el otro, frente a ella, metido en su camiseta amarilla de Filosofía. La misma luz, pues, dentro de los dos pares de ojos. Dentro de ella la melancolía, dentro de él la advertencia de aquella hermosa y triste mujer azul. Dentro del vagón, él frente a ella, una conversación. ¿No estaba dentro de ella la maldita idea, la fatal decisión?

Meses después, más tarde, dentro de mayo, dentro de los labios de ella, una confesión: de no ser por él, por la libertad de espíritu que le llevó a comprarse la camiseta de Filosofía, por aquella conversación, por todo el amor del que él es capaz, ella se habría suicidado.

* "La noche es la mitad de la vida y la mejor mitad." Goethe.

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