
Te regalaré un libro. Debería estar pensando, entonces, en las imágenes que me dejó algún título de algún autor, para entrar feliz a la librería y pedirlo... y en la dedicatoria. Debería. Mas confieso que me distrae ahora la imagen de un puesto de ropa interior, una niña de cinco años, un par de abuelos amorosos, el nombre de tu perfume (que no me grabé en la memoria por saborearme los labios y mirarte)... tu bonito par de zapatos y mi admiración hacia ti que me hicieron pararme de puntitas. Es decir, que si el lector pasea sus ojos en la descripción de mi pensamiento: 'cómo escribirte detrás de una hoja seca, lacerar los pétalos de una flor disecada entre páginas que han sido mías', debería entender que es un modo de decir que pienso en ti.
Así, en este tono, quisiera empacar en la dedicatoria (escrita con mi puño y letra) todo lo que has significado para mí. Para que tú leas (quizás) 'hurgaste en mi corazón cuando al tuyo le abriste las persianas y yo pasaba por ahí para observarte'. Porque yo quisiera vivir en esa casa, pero no siempre es bueno querer poseer lo que se observa. No todavía.
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