y recuerdos en la cabeza, nada que permanezca en el tiempo en el que vivo. No me gusta mi vida, no estoy cómodo con lo que hago ni por cómo lo hago. No me gusta lo que soy, de ahí que me inquiete la soledad. ¿Cómo sentirse bien junto a alguien que no es agradable? Los ratos conmigo mismo son crudos: me muestran lo vil que soy, lo poco que hago por mí, lo intermitente de mis quejas hacia mí mismo.
Soy dos: el que mira y al que ven, el vulgar y el observador, el que habla y actúa como el que no es dueño de sí, el que sueña con mejorar, el que recuerda lo bueno del ayer. Ninguno de los dos está ahora, el observado se destruye cuando le quito la mirada y se va al pasado con el observador. Se despierta el soñado "en el sueño del hombre que soñaba". Soy algo (no 'alguien', los 'alguien' no son dos) perdido, sin tiempo, etéreo, fútil. Busco sustancia en aquéllos que se acercan, porque yo no la tengo: hombre sin humanidad, rostro sin piel y con antifaz. ¿Cómo darse a alguien si ni siquiera soy?... Dar lo que no se tiene, así soy el que se dice 'yo'.
Creo sentir aquello a lo que llaman 'depresión', porque resbalo sobre la arena, hacia el fondo... porque a ratos sopla el viento que agota la llama que enciende mi alma y mantiene vivo mi corazón.
* Noviembre 6 de 2009, 18:50 hrs.
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