Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



29 ago 2011

Goethe y las palomas

El amor le entra a uno por los ojos, a ratos es cierto. Pero no basta una bella mirada, un interés latente y una que otra caricia con uno de sus cabellos. No. ¿Por qué, entonces, entre sueño y vigilia he pensado en sus labios?, ¿qué no era (a decir de Goethe) de insensatos andar por la vida con la llave del corazón puesta?, ¿por qué la decisión está lejos de mis manos como moneda en el aire? Cansado estoy de las migajas de amor, de ofrecer sin pedir. Habrá que elegir entre sacar esa gallina ciega de ahí (extirpar su nombre, el bicho, de las raíces, las entrañas, antes de que comience a comerse el tallo de mi corazón), o levantarle una casa limpia, fresca, espaciosa y bien iluminada.

Me siento como en las tardes del pasado abril, caminando por los parques, entre hojas secas. Soy un peatón una tarde de menguante sol pensando en las palomas de mis sentimientos atentas a mis pasos, sabiendo qué es verlas volar, antes de asustarlas.

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