Las manías de uno son como las costumbres y los dogmas de la gente: igual de graciosas. Un intento de dibujo de un caballo me reveló una de ellas. Enrique (él sí es artista y no un remedo como yo) que todo lo piensa, le dio por rumiar mi tinta malgastada y emitió su juicio: tiendes a la abstracción. Se me hizo curioso que tener la necesidad de dibujar solamente partes de un todo significara éso. Simpática forma de pensar la de un matemático (dicen mis compañeros pedantes), que tiende a la abstracción... no pensada como lógica proposicional, como cajones donde uno acomoda las ideas... pensada como quien gusta en pararse sobre una piedra en un río y hundirse hasta tocar el fango, como quien prefiere este ahogo paulatino a brincar superficialmente sobre muchas y resbalosas rocas. Abstracción: manía. Manía porque uno sólo mira el suelo que pisa y cree que la Tierra es plana. Manía no tan mala, porque te pienso por pedacitos y disfruto reconstruirte para mí. Manía alegre, porque si no tendiese a la abstracción, no disfrutaría tanto escuchar tu voz al teléfono y recordar tus modos, tus gestos, lo abierto y lo blanco de tus ojos reconocido en sonidos... porque no puedo poseer completo tu recuerdo y necesito buscarte, calle abajo, para saber-recordar quién eres, tras la pecera rosita que detiene la puerta de tu balcón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí sus opiniones.