Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



25 oct 2011

Oda al huevo estrellado


Puestos allí, al centro del universo (un plato extendido ha de ser, desde el punto de vista de un huevo cocido, el universo).  Estrellados, sobre una tostadita frita… Es tan delicioso hacer taquito la tortilla en mano y hurgar en la intimidad de una yema a medio cocer… llevársela, con tantita sal, a la boca (silencio sobre el plato, el comensal disfruta del sabor y la consistencia de una  yema a medio morir, se relame los bigotes), que en el desayuno me da por pensar: me importa así de poquito (haciendo señas con los dedos) que los pollos tengan dos cabezas… Si de yemas se trata, ¿por qué demonios los huevos no traen dos? 

He aquí la salsa verde, sobre ellos, que sirve de consuelo, cuando la yema se acaba, a la parte sentimental de mi estómago (sí, sí, uno tiene una parte sentimental en el estómago… si yo fuera una vaca, estimado lector, sería, quizás, el tercer cuadrante de Descartes, el tercer compartimento, el de los signos negativos).

¡Que El Diablo salve al huevo estrellado!

Nota para tí: he de andar muy contento desde anoche, hoy hasta la yema de un huevo me hace feliz... ¿sabrá de alguna razón?

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