Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



23 oct 2011

Nadie lo sabe

Despierto... y una impaciencia por el baño, el desayuno, la tarea y los quehaceres matinales se me pega al cuerpo y  se me escurre mientras se calienta el café. Pienso. Despierto y pienso... en la comida, en como dilatar el tiempo, en la tarea, en ti (mujer de ojos grandes), en ti. Luego las ambiciones, mi rostro en el espejo, advirtiendo las muchas fuerzas que traigo para hacer muchas cosas, terminar la maestría, hacer un doctorado, sería bueno publicar una propia revista, escribir un libro, darse cuenta de que desconozco el tema que me ha ocupado ese momento... pensamiento en el azul de la camisa recién planchada, la toalla húmeda que debe ponerse a secar. Me distraen las penas y una arruga en el pantalón... ¿dónde dejé el suéter?, ¿hoy me pondré saco? Y es que no hace frío, no llueve, el sol ya molesta por la ventana que da al escritorio (míralo, lindo él con su tintero, sus papeles y sus plumas... y la taza de café vaporizando, echando humito). Ya me demoré más de la cuenta. Desayuna pronto, el café me puso a pensar cómo he de resolver este último problema. De un momento a otro, los símbolos griegos en la retina, los números, las relaciones... abstracciones puestas en orden para escribir... qué bonito sería comer contigo.

Se hace tarde, a paso tranquilo, debo irme a trabajar, la caminata-satisfacción de todo lo hecho en el día. Y nadie sabe lo que hago, a nadie importa (aún) lo que hago, cómo me construyo, cómo me enfrento a mí mismo desde hoy en la mañana... Y me topo a dos, a tres señores, varios niños, una muchacha, muchos autos y al sol que siempre me persigue. Nadie lo sabe, que tengo muchos sueños, que hay fuerzas y esperanzas (estúpidas por sí mismas, pero necesarias), que vivo. Y me agrada la ignominia, porque a nadie más que a mí debe importar lo mucho o poco que he decidido crecer ese día. No sé si quiero que lo sepan, quizás no... y no porque los piense indignos de tal suceso, todo ser humano es grande... pero uno elige a quienes dejar pasar a su vida. Yo tampoco sé lo grandes y fuertes que son los otros, los transeúntes, el hombre de a pié, la mujer con el bolso. No lo sé. No sé en el fondo lo que eres tú, mujer pequeñita. Sea por ello que tengo que abrirme a tus ojos, sea por ello que deba hurgar en ti.

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