Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



2 may 2011

Como el agua


La última vez que la ví, el viento nos había hecho travesuras (se llevó mi sombrero) y le enfrió un poco más el corazón. Yo le cubrí con mi cuerpo, le besé una y otra vez la mejilla, la frente y los labios. Recordó que en otras ocasiones Ella había pensado que la naturaleza le hacía eco a lo que el pecho sentía, y que esa tarde no había sido la excepción. La última vez que pensé en Ella (hace 10 minutos), llovía. Mi noche, sin Ella, mojada en el árbol de enfrente, como yo, enamorada. La última vez que la recordé (retorciéndose las vísceras en mí, es así como le inquieta a uno su ausencia), el agua venía desde no sé dónde hacia las hojas de los árboles, hacia sus troncos, buscando ese sitio del que no quiero despegar los pies: la tierra. Quise ser como el agua, que juguetea sobre los obstáculos, se ríe de ellos y sigue su camino, hacia la tierra. Quise cruzar los edificios, rodear los faroles, hollar su calle, abril la puerta de su casa sin hacer ruido, encontrarle cobijados los sueños y contemplarle dormida. Quise tenerle en mi vida, una noche en mi cama, arrullarle en mis brazos, impregnarme de su olor a mujer toda la noche. Quise poner en la mesa sus sueños, sus sentimientos, y quitarles los miedos y las basuritas, como le hace uno a los frijoles. Quise... quise... tú sabes, agüita de lluvia, resbalar enamorado como tú, como tu noche, por los pétalos de mi rosa y dejarle rocío en las hojas al amanecer.

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