Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



16 nov 2011

La decisión - año décimo séptimo*


Aquí hay tantas fotografías que debo cerrar los ojos y sacar una, como cuando se saca el sobre de un afortunado ganador. Dudo, vacilo, escojo una, desisto súbitamente, tomo otra, la palpo, luego le echo una mirada a través de los párpados entrecerrados, tal vez sería mejor una tercera... Así es a esa edad... Hay mucho de todo, lo más difícil es decidir... ¿Qué historia es digna de recordar? ¿Cómo escoger entre la abundancia?

En general, ¿qué es lo que decide cuál de las fotos se metería en un álbum, en un marco o en un medallón y cuál se quedaría para siempre en una caja de zapatos? ¿Es decisivo el deseo de cómo nos verán algún día? ¿Cómo nos presentaremos ante los demás?

¿O es más importante que todo sea tal como es? Como en ese juego "de vista aguda" en las revistas de entretenimiento, donde dos imágenes publicadas una junto a la otra no coinciden en cada detalle, y la tarea es encontrar y marcar con un círculo cinco, diez, o veinticinco diferencias. Eso es aceptable siempre y cuando se dé en el marco de una revista de entretenimiento. Pero cuando el encontrar y el marcar las diferencias se extiende a la vida entera, a uno lo declaran loco.

Como declararon loca a aquella señora Panic que andaba por la ciudad todo el día y osadamente marcaba las diferencias detectadas con un lápiz labial: primero dibujando esos grandes círculos suyos, de color guinda madura, sobre las portadas de los periódicos exhibidos en los puestos alrededor de las ventanas de plantaba bajo en el vecindario, después en torno a las esquelas clavadas en los troncos de los árboles y, al final, hasta sobre los bustos de héroes nacionales en el parque (lo cual varias veces tuvo por resultado su registro en la estación de policía). Sin embargo, todo se volvió demasiado serio desde que el esposo de la señora Panic empezó a despertarse con el rostro manchado de lápiz labial, porque su mujer había estado marcando con círculos su cara toda la noche. 

-Frótala, frótala... Pero tú, desde hace mucho, no eres el hombre con el que me casé -le dijo mientras él se lavaba la cara. 

Incluso esa "diferencia" se habría quedado dentro de las desavenencias familiares, si la Panic no hubiera empezado a abordar la gente en la calle disparatadamente, a sacar de su pequeño bolso la barra del lápiz labial, y a "arruinarlos" con el color de guinda madura, antes de que los que presentaban diferencias tuvieran tiempo para reaccionar. 

-¡Ja! ¡Creían que yo no lo había notado! ¡Dicen una cosa y hacen otra! ¡Creían que podían ocultarme algo a mí!

Pero cuando se lo hizo a un político, a un presidente municipal o del comité, algo así, con la excusa de que ese individuo "de ninguna manera puede equivaler a un hombre", se la llevaron a una institución psiquiátrica para observación. Nunca regresó de allá. Expiró una mañana, desnuda, completamente cubierta de una capa de lápiz labial; seguramente estuvo "marcando con círculos" las diferencias toda la noche; había empezado por sus labios, continuó con las volutas sobre las mejillas, la frente, el cuello, los pechos y siguió así, hasta el último pedazo libre en su cuerpo.

* Goran Petrovic. Diferencias (2008)

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