Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



26 ago 2013

Carta responsiva

El hombre está dispuesto siempre a negar 
todo aquello que no comprende.

Blaise Pascal


Apuntes escritos de un tirón.

Quise mezclar en un solo lugar varias cosas. Una fue mi pensamiento, quitándomelo de encima como camisa mojada que produce frío... en su virtud de la razón de algunos pesares. Otra fue el recordar mi niñez, esas imágenes que hace muchos años no volvían a mí, como causa de leer una autobiografía de Pamuk, en la que describe sus barrios, casas y calles, de sus edades tempranas. La tercera fue una amalgama de las primeras dos: yo, un niño, sentado en el suelo de la sala de su casa, desenredando la serie de luces de navidad, desenredando tu recuerdo, mujer, lo caótico, vil, humillante, maravilloso, increíble y extremista de "lo nuestro" (si alguna vez fue tal cosa). Se llame como se llame lo que me quedó entre manos... ahora que he vuelto a destaparlo, que he vuelto a sacarlo de donde lo dejé. Sentí que ya era tiempo. 

Escribí, entre tanto, un párrafo que me gustó:

"Me dicen siempre que uno no debe mostrar debilidad ante lo que le causa picazón, que hasta en los manuales de las buenas costumbres se menciona que siquiera hablar de tal o cual asunto es darle a éste cierta importancia, cuando el arma que se quiere mostrar es la de la indiferencia. Dicen que poner en la mesa del café lo que siento (sentía) por tí, si acaso ello llega a tus oídos, es darte poder, que no autoridad, si un efecto de tu voluntad sobre mí. Pero si de voluntad debe hablarse, pongo de manifiesto la mía: esas actitudes de guerra siempre me parecieron un privilegiar las apariencias a la sinceridad. En ese sentido, pueden irse mucho a la mierda: yo siempre he sido un hombre sincero."

Y fue todo lo que pude rescatar. Quería hacer una carta responsiva: ¿de qué fuiste responsable, de qué lo fuí yo? La ocurrencia me hizo feliz y me senté a escribirla. Por ello la rimbombante epígrafe. 

Pero me quedé a medio camino. No sentí necesidad de seguir: el trabajo, de este lado de la cerca, está hecho. La razón era volcar en una sola carta el bagazo de todo este asunto, quitarlo de mi alma, deshacerme de él, como con todas las cosas materiales tuyas en mi casa. El caso es que ya nada encontré. Me dije, pensé para mí: algo he de estar haciendo bien. Me sentí aliviado, me sentí en paz. Porque no es pecar de soberbia con la cita de Pascal, pero siento que no tengo que negar nada de este asunto, porque lo comprendo todo.

El tiempo, vía de tren sobre la que uno coloca la autoridad de las distintas realidades que va uno viviendo, dirá después si en algo me equivoco, como lo ha hecho siempre en todas las demás situaciones de la vida. Pero al día de hoy he tomado mis decisiones. Al día de hoy he hecho todo del mejor modo posible, como lo ha dictado mi sentido de lo correcto, como exige mi bienestar personal, el tuyo y el de los demás involucrados... como lo siente mi corazón.

Queda muy bien, pues, la cita de mis propias palabras (éso es gracioso): las convenciones sociales pueden irse mucho al carajo. Aquí mi conciencia manda... precisamente hacerle caso es ser sincero, es no mentirse a sí mismo. Y yo aquí he terminado... y yo aquí estoy en paz. Quiero seguir adelante.

No hay nada más qué decir. No tengo más qué decir.

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