Y los pies sobre la tierra, en el polvo. Sin alejarse mucho el uno del otro, con paso lento, camino este sendero de tiempo que (me consuelo en pensar) me ha de llevar hacia ti. Quiero acortar el camino, quiero correr, doblar esta cuerda sobre la que se pone el tiempo y unir sus puntas. No debo volar… porque no quiero ver más que tus palabras exactas, con los mismos significados que les has dado al mandarlas hacia mí… porque no quiero reinterpretar para mí tus miradas furtivas ni poner más fuego en tus almendrados ojos negros, si en esta noche las luces (las imágenes de tus recuerdos) son invenciones mías. Porque sufro siempre al voltear hacia ti con amorosos ojos.
Los pies sobre la tierra: ¡ja!… me haría feliz engañarme, correr sin saber que en realidad vuelo... y hacerme el loco si en algún momento lo advierto… y sentir que tu nombre, cosa curiosa, trae al inicio la primera letra del abecedario, porque augura el principio de todas las cosas. Cuánto quiero que tú y yo tengamos un principio cada noche y otro cada mañana. Cuánto quiero tenerte de frente y volcar sobre tus manos mi corazón.
Y para estas noches es que se habrá hecho la paciencia, la tolerancia de uno mismo junto a sus infundados deseos y su retorcida ansiedad. Paciencia para cuidarse de sí mismo… porque yo no quería usar las palabras “corazón” ni “amor”, pero tengo tan lleno el uno del otro, que aquí, desde este sillón, la noche de lluvia y Just the way you look tonight, puesta a oscuras y muy bajito, me han hecho recordarte y lanzarte allí donde duermes un suspiro hondo.
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