Quería ver si había alguien en casa y vino a devolverme las cobijas, colchonetas y almohadas que le presté cuando recién llegaron su esposa y sus hijos. Había dejado de ocuparlas, decía. Aquí están, muchas gracias.
Le invité a pasar. Después de dejar las cosas en la cama y salir de nuevo la puerta, se detuvo para observar el pobre arriate, con las plantas tan secas como sólo mi descuido podían haberlas dejado así.
- Dejaste que se secaran.
Me dijo. Y yo entre toda mi maraña de pensamientos, entre todas las dificultades que ahora vivo. No importa lo que le respondí. El caso es que ninguna otra frase tan pequeña y tan certera como la que salió de su boca, había definido lo que pienso desde hace algunos días acerca de algunas de mis ilusiones.
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