con la mochila hasta los aparejos y un cuaderno en las manos, de ésos con los que le mandan a uno al catecismo, a rayas, lleno de garabatos a lápiz. Su madre, señora gorda que no cabe en el espacio pequeño que camina la niña y debe bajarse a la acera, regañándola:
- ¡Tienes que aprender a hacer bien los números!
¿Yo?, viéndolas pasar, poniéndome el saco que sí me queda: Don Rubén, señor matemático, usted también tiene que aprender a hacer bien los números.
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