Borges decía, ya siendo adulto, que prefería las mañanas, a diferencia del Borges joven, que siempre gustó de los atardeceres. Hoy tengo las mismas preferencias, voy detrás del mismo afán, aunque como los perros tras los carros. No he podido evitar desasosegarme:
no estoy tan adulto...
ni soy Borges.
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