Los adioses sin tiempo.
Escrito con paciencia y sin enfado. Diciéndomelo con el café y a las 5 de la tarde... y mi conflicto es que es de mí de quien te despides... tú, que te vas... y que soy yo, ahora, quien se queda. Ante la persistente idea de que también debo salir de aquí, escapar de esta prisión, huir, hacer algo más con la vida, siento tu partida como abandono ("tu abandono", le llamo entonces).
En las entrañas del sentimiento está la espera de tu regreso. Se queda quien desea que vuelvas... Y no quiero éso para mí, no quiero esperarte. Lo he decidido, pues: yo no me estoy quedando aquí.
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