Perla y Germán llegaron a casa la tarde de ayer y su visita fue lo mismo sorpresiva que agradable, a tal grado que antes de éso yo había olvidado lo alegre que lo hacía a uno sentir el que alguien llegara a casa a visitarle. Ahora comprendo a mi abuela Emilia, durante sus últimos días en mi casa en Comitán. Cuando recibía una llamada de alguien que la visitaría, se le iluminaban los ojos grises, se levantaba de un santiamén de la cama, pedía ayuda para el baño, se peinaba, se perfumaba... Era muy tierno ver esa cabecita color castaño artificial (las raíces de sus cabellos eran de plata) bien arreglada, hacer a un lado la cortina de la sala y posarse en la ventana, ante la promesa del que habría de llegar. Podría describir con lujo de detalles la imagen que de esos instantes guardo para mí, pero ahora sólo debo decir que la visita me hizo sentir como creo que se sentía mi abuela.
Un día más atrás, Germán y su hermana accedieron tan amablemente a revisarme y medicarme (un hermoso gesto también de parte de ella) y yo extrañé a mi madre y se lo hice saber. Las atenciones de Perla y Germán, los mensajes de varios amigos (Cynthia, Teo, Elsa, Gina, Olivia, Andrea, Anaid, Raybel...) y el apoyo siempre constante de papá me dejaron ver que no estoy en absoluto sólo, que sin ellos (a decir de Andrea) pudo haber sido mucho peor. Ulises y Manuel se han mantenido al pendiente y al cuidado de mí (Valente, en algunos casos) y, al final, yo no puedo estar lleno de otra cosa que no sea gratitud.
A todos ellos, les estoy eternamente agradecido, incluso a la abuela Emilia... sobre todo a ella, pero esas vivencias son harina de otro costal. Otra de las situaciones en las que ni todas mis palabras junto a sus posibles significados serán suficientes.
Han sido pocos los días de encierro en casa (aún), pero han sido muy buenos para pensar y poner en tela de juicio todo aquéllo que la "buena" salud no me había dejado ver. Y ¡vaya!, ¿quién lo diría?, las flores de mayo están siendo, finalmente, las conclusiones de esos pensamientos y la advertencia clara de que yo estaría marchito sin la familia y mis amigos... ah, y (como mi abuela) sin la luz de una ventana, para verlos llegar...
Un día más atrás, Germán y su hermana accedieron tan amablemente a revisarme y medicarme (un hermoso gesto también de parte de ella) y yo extrañé a mi madre y se lo hice saber. Las atenciones de Perla y Germán, los mensajes de varios amigos (Cynthia, Teo, Elsa, Gina, Olivia, Andrea, Anaid, Raybel...) y el apoyo siempre constante de papá me dejaron ver que no estoy en absoluto sólo, que sin ellos (a decir de Andrea) pudo haber sido mucho peor. Ulises y Manuel se han mantenido al pendiente y al cuidado de mí (Valente, en algunos casos) y, al final, yo no puedo estar lleno de otra cosa que no sea gratitud.
A todos ellos, les estoy eternamente agradecido, incluso a la abuela Emilia... sobre todo a ella, pero esas vivencias son harina de otro costal. Otra de las situaciones en las que ni todas mis palabras junto a sus posibles significados serán suficientes.
Han sido pocos los días de encierro en casa (aún), pero han sido muy buenos para pensar y poner en tela de juicio todo aquéllo que la "buena" salud no me había dejado ver. Y ¡vaya!, ¿quién lo diría?, las flores de mayo están siendo, finalmente, las conclusiones de esos pensamientos y la advertencia clara de que yo estaría marchito sin la familia y mis amigos... ah, y (como mi abuela) sin la luz de una ventana, para verlos llegar...
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