Esta tarde no resistí a enmarcar la fotografía de la niña de Tailandia que me recuerda a mi hermanita. ¿Por qué no lo hice con la foto suya? Debería ser un halago mayor decirle, decirte, Almita chula, niña de mis ojos, que no sólo las fotografías en las que aparece tu rostro me hacen pensar en tí y en Comitán.
Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...
21 oct 2010
Del otoño
17 oct 2010
Epítome del domingo

Me puse, pues, a observar a la gente a mi alrededor, todos estos nuevos amigos, las nuevas posibilidades. Me puse a observar el domingo, este líquido y translúcido domingo a mi alrededor.
LA TARDE DEL DOMINGO ES QUIETA EN LA CIUDAD EVACUADA.* A la orilla de las carreteras la gente planta su diversión afanosamente. Hasta este "contacto con la naturaleza" se toma con trabajo, y los carros se amontonan promiscuamente, lo mismo que las gentes que se quedaron en los cines, en los toros y en otros espectáculos. Nadie busca, en verdad, la soledad, y nadie sabría qué hacer con ella. "Es bueno tomar el aire limpio de tales horas": este espíritu gregario sólo da recetas para vivir.
Igual que la borrachera de los sábados, las visitas a las casas de amor y hasta las maneras del coito, se estereotipan. La vida moderna es la vida del horario y de la mediocridad ordenada. Dios baja a la tierra los domingos por la mañana a las horas de misa.
Pero esta tarde es quieta y libre. El inmenso cielo gris, inmóvil, iluminado, se extiende sobre las casas de los hombres. Y uno sabe, recónditamente, que es perdonado.
*Jaime Sabines, Diario semanario y poemas en prosa (1961).
Etiquetas:
Divagaciones,
Plagiarius
9 oct 2010
La Tortuga y Aquiles*
Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la meta.
En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.
*Augusto Monterroso. La Oveja Negra y demás fábulas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)