Una reunión, una cena por la noche, le deja a uno varios cabos sueltos en la cabeza. Tengo que empezar en algún sitio: los profesores también se mueren, una obviedad que ya no lo es tanto cuando uno toma conciencia de la muerte en el gremio de la Matemática. Me sorprendió escuchar cómo sus alumnos (asistentes a la reunión) hablaban del profesor que se había ido recientemente, de su persona, de las cosas que extrañarán, de su admiración por él... Uno quisiera irse así, dejando huella entre la gente, el único consuelo a la vida finita; uno quiere que le recuerden... mejor dicho, uno quiere ser digno de recordarse. Pongo un pensamiento sobre otro, los encadeno y me dejo llevar con la vista fija en un punto: tengo en mente los relatos que O. Pamuk hace de los antiguos gremios de artistas turcos, en qué tanto de ese relato fue investigación histórica y qué parte es imaginación del autor... en si la parte imaginada por él tiene relación con sus experiencias de vida. Le doy correa a este papalote: ¿por qué mezclo vivencias propias con imágenes creadas a partir de los libros?, ¿no es ello peligroso?, ¿no vive uno en la imaginación? Recuerdo a quien me dijo en algún momento: leer es importante, porque vive uno, al mismo tiempo, muchas vidas... Pero ¿y si esas vidas son imaginarias? Le recuerdo a él y en la distimia, que como síntoma le hacía vivir en una casa sucia y desordenada (muestra de carencias en el amor propio)... y este fin de semana he descuidado mi casa.
Advierto, pues, que me he sentido a gusto entre gente mayor que yo, porque estas pláticas son revelaciones... aunque, ¿solamente es por ello? ¿No será, acaso, que he vivido los últimos años hacia adelante?, quizás porque uno puede ver qué hay más allá en el camino de la vida (entiendo, pues, por qué ha sido frecuente que me digan que pienso demasiado). Viene un anillo más en esta torre: ¿dejo de vivir mi edad por ello? ¿Dónde aprende uno a vivir? (aquí rememoro las partes de una Biblia que leí ayer, quizás porque da recetas para vivir es que es importante para mucha gente... pese a que no soy tan asiduo a las recetas), ¿ha pesado, entonces, el no tener a mis padres cerca en estos momentos en que me vendría muy bien un consejo suyo? Traslado todo mi marco de pensamiento hacia ella, La mujer (artículo con mayúscula inicial que la distingue de las demás) y en la constancia de la advertencia sobre nuestra diferencia de edad... y me digo que he llegado demasiado lejos.
Me detengo, por salud mental propia.
En la realidad del día de hoy hay muchas abejas en las ventanas. Entran por la puerta, se deslumbran con la luz de los cristales y zumban, obstinadas, en su claridad, tercas, tratando de atravezarlos. Me río de ellas... aunque ¿no estaré yo, aquí, con mis pensamientos, siendo igual de terco, de obstinado, haciendo lo mismo? Si alguien más pudiera observar mis pensamientos, se reiría de mí, como lo hago yo.
El recuerdo del danzón de ayer (donde lamenté mucho su compañía) y lo mucho que la extraño son emociones que me dejaron en un lodazal. Ya estoy extraviado.
Voy a hacerme un café y a cambiar de temas, no es bueno torturarse por gusto. Me pondré a trabajar, no sea que me maree este viaje en globo... o me pierda.
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