Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



10 abr 2012

Déjà Vu

Anoche tuve un sueño que hoy no recuerdo del todo. Frente a esta mesa, junto a ese café al que le he dado solamente un sorbo, recuerdo que en el sueño había una mujer a quien no le vi el rostro, pero a quien le conocí la silueta, el cabello y la piel. La vigilia me trajo la lucidez que me hacía falta y supe que las imágenes locales de esa mujer eran más bien recuerdos. Mi mente pasaba frente a mí, a ojos cerrados para verme hacia adentro, una grabación: yo había visto antes esa silueta, ese cuello, esa piel. Desperté teniendo la completa certeza de que eras tú. Anoche te soñé. 

No es casualidad, por tanto, que el mundo que desfila por esta ventana, entre a mí y se me presente, ¿me da permiso?, adelante, gracias, en cada caso como un recuerdo tuyo. En la banqueta se reía una muchacha y yo echaba mano de tus dientes juntos y el modo en que tiemblas cuando te ríes. Una mujer joven de la mano de su novio cruzaba la calle y el pensamiento se me fue en tropel a la puerta de tu casa, porque andaban allí, en ese instante, tu andar seguro y tus zapatos cafés-grisáceos. Los retazos de conversaciones de los asistentes a este café me apartaron la mente de allí y volteé hacia la izquierda: la mesa en la que cruzamos palabra por segunda vez… el número en la servilleta. 

Dos muchachas muy alegres en el desfile y se me desató la curiosidad: seguramente cada una de ellas tiene alguien que las ve con el cariño con el que yo te veo a ti. Alguien ha de amarles los gestos y ha de guardarles en la memoria como yo te llevo a ti. Una persona más (yo), al menos, ha de pensar en aquél que las quiere. 

¿Quién extraña a su mujer y habla de nosotros cuando vamos juntos por la calle?

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