La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.
A. Schopenhauer.
Se torna una necesidad cuando algo me acongoja, de manera análoga a la necesidad de silencio que uno experimenta cuando quiere concentrarse en un texto difícil o una fórmula matemática que aún no se comprende. No es importante aquí el motivo de la congoja; cuando ésta aparece, uno no desea esforzarse en escuchar a alguien más ni prestar atención al exterior, porque ensimismarse, concentrarse en los propios pensamientos y emociones, es el camino a desenmarañar el nudo, a salir del bache en el que se está. Para ello se necesita soledad. Sí, hablo de la soledad, la que en situaciones como ésta se vuelve herramienta, ayudante, agua para cierta sed espiritual.
En otros casos (despertando como el único ser humano en mi casa, sea de madrugada o caminando una calle con todas sus ventanas cerradas en la noche, por ejemplo), la soledad no llega a asistirnos, porque uno no piensa en ella sino hasta que advierte que se tiene entre manos. Uno tiene, entonces, dos opciones: temerle o conservar la tranquilidad que se tenía antes de su arribo. Sí, uno puede elegir: sentir miedo o paz. Y esta última frase es invaluable sabiduría para dejar de sufrir la soledad. Se puede cambiar la visión: soledad recibida como día de sol, propicio para lavar la ropa, salir a correr; soledad en el regazo como herramienta, por si acaso hay algo qué hacer (algo qué mejorar) al espíritu.
Y vaya que ésta es una idea feliz: soledad como promesa y no como desolación. Uno no se atemoriza del mundo al salir de casa hacia él ("el mundo" le llega a uno, así, de pronto) porque sabe que ahí afuera hay tantas posibilidades de construir, de edificar, 'algo'. ¿Qué harías tú si tuvieses el mundo para tí?, ¿no te das cuenta de todo lo que puedes construirle a tu espíritu con un poco de soledad?, ¿no has pensado que ésa puede ser la única manera de construirlo?
Mentes admirables buscaron soledad para sus obras, trabajos ejemplares fueron hechos en soledad. ¿Sospechas cuál ha sido la razón?
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