Esta noche, medio Guanajuato no tiene luz eléctrica. Mi casa está en esa mitad. (Extrañé a papá, porque de niños y en noches así nos contaba, a mí y a mis hermanos, historias de "espantos" a la luz de una vela.) Llegar desde la calle hasta mi cama fue un lío; calentar el café, peor. Como en las noches a oscuras de niño, por costumbre, me paré en la puerta de la entrada y levanté la vista: el cielo se ve hermoso, azul profundo, bien estirado, con todas sus estrellas.
Es grato ésto que siempre se debe hacer: mirar con ojos grandes hacia lo bueno de la vida.
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