Fumarse un cigarro, sin querer desperdiciar, le lanza las últimas partes por el aire, las deja donde no se tenía planeado. Cierta belleza hay en sus formas, las naturales, ahí donde están, ya desprendidas.
La pena, ceniza de tabaco, está donde no debería... Hago esfuerzos por retirarla con los dedos, pero el ejercicio la aplasta a mi alma... la embarra con insolencia sobre la mesa.
¡Un trapo húmedo para limpiar mi corazón!
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