Durante algún tiempo me ha dado por conservar hojas secas (de formas interesantes) que he encontrado en mi camino. Me ha gustado aplastar entre los libros las flores que furtivas se dejaron arrancar, he estirado el brazo y reventado enredaderas y ramas de las paredes. Pero no había vuelto a aquélla casa (como esta noche), a pisar esa misma calle, bajo esa misma lámpara con sueño, al lado de los mismos arbustos de los que arrebaté naturalezas a medio morir para luego enmicarlas y regalárselas a Ella. No había vuelto a pensar en la mariposa muerta que tanto trabajo me costó levantar del suelo, la que tanta paciencia demandó en la punta de los alfileres que la colocaron en una posición adecuada, para los ojos de Ella. No había vuelto a aquélla casa (ahora lo tengo claro), porque no había querido averiguar si todavía dolía, porque nunca me gustó mirar hacia la oscuridad de la que había huído a los 5 años.
Hoy me armé de valor, puse la coraza de cobre al corazón, le solté los cabellos por el calor y volví a posarme en la esquina. Pasé por aquella bajada (barranco de asfalto), por la que corrimos de la mano la tarde en que nos sorprendió la lluvia, la tarde en que reímos a carcajadas mientras resbalábamos sin parar... No quería volver, porque recordaría la noche amarga (amarga como la bilis, como las pastillas para la calentura o para los bichos) en que tomé conciencia de que todo había terminado. No quería volver, porque recordaría mis lágrimas, porque volvería a extrañar un tiempo de Ella que ya no existe... y ello nunca ha sido grato.
Hoy me armé de valor, puse la coraza de cobre al corazón, le solté los cabellos por el calor y volví a posarme en la esquina. Pasé por aquella bajada (barranco de asfalto), por la que corrimos de la mano la tarde en que nos sorprendió la lluvia, la tarde en que reímos a carcajadas mientras resbalábamos sin parar... No quería volver, porque recordaría la noche amarga (amarga como la bilis, como las pastillas para la calentura o para los bichos) en que tomé conciencia de que todo había terminado. No quería volver, porque recordaría mis lágrimas, porque volvería a extrañar un tiempo de Ella que ya no existe... y ello nunca ha sido grato.
No ví la bicicleta de panadero (no quise, en realidad, ni sé qué tanto lo quiera ya), ni escuché el maullido del que antes fue mi gato, ni puse los ojos en el limonero, ni me asomé a ver las ventanas. Mi sueño de vivir junto de Ella se quedó ahí dentro... y ahí seguiré dejándolo, gastándose poco a poco a medida que la gente viva en ese sitio, deslavándose, erosionándose por puñitos cada que alguien camine por la estancia, que se eche a perder cuando se encuentre vacío el espacio donde yo había puesto mi cama (nuestra cama). Que se quede allí, que se llene de telarañas, que se le vaya el color cada que le pegue el sol, que se ponga translúcido como el plástico de los tendederos en abril. Que se carcoma esa parte de mi tiempo pasado, que cada que vuelve no me deja vivir.
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