Noches enteras en este cuarto a obscuras en que pienso en ti. La satisfacción de imaginarte silente, extraviada en tus propios sueños, bajo el recorrido intermitente de mis ojos sobre tu rostro, con mi mano derecha en tu tibia mejilla, mis labios en tu frente morena. Conmigo, en nuestra cama, la tristeza de no advertir tus ojos. Afuera, la lluvia que enfría este aire y que me hace hundir mi rostro entre tus senos, respirarte, rogar por el cobijo de tus brazos, tus hermosos y delgados dedos en mi pecho, muy cerca de mi corazón.
Noches enteras en este cuarto a obscuras en que pienso en ti, sin saber cómo lidiar con los pensamientos recurrentes, como la estupidez de sentir esta necesidad de ti que me hará buscarte… depositaria del amor ahora frustrado, objeto de un amor hermoso y grande, mujer de silueta ignorada, a quien yo adoro tanto, con este cariño que ahora dejo perdido sin ti.
Que no estás, que aquí no hay nadie, es parte del engaño, porque basta girar este control del tiempo hacia la derecha para llegar a ti. Porque es cuestión de días (semanas, años) sentir tu vientre. Pero esta noche, en este cuarto a obscuras, cargar todo este amor y prescindir de él es como desperdiciar las energías, como la filigrana hecha tan sólo para observarla y luego tirarla a la basura. Tener todo este amor aquí es como para morirse de vergüenza.
¿Por qué necesito tu imagen, tu nombre?, ¿por qué un cuerpo, el soplo divino que es tu vida, para esta idea (tan sólo una idea) que eres en mi? ¿Por qué no he hallado ni un rastro de ti? No pido tanto, creo, sólo que aparezcas y entonces tengan sentido mi amor, mis textos, los pensamientos abandonados al viento y el calor de mi cuerpo esta noche… No pido tanto, nada más una mujer con esta ropa a la medida que soy en el frío y gris maniquí.
Y siento curiosidad, por cómo sería tu compañía, por cómo celebraré ese encuentro entre tu vida y la mía… en cómo será el hijo que tendremos en abril, o en mayo… para que guste tanto de los días llorosos (quise decir, lluviosos) como yo… Y al articular estas palabras, ¿de qué forma me seguirá diciendo la gente casada: no sabes lo que dices? ¿Cómo se es yo con una pareja y un hijo así?
Tan sólo sigo en este cuarto y su adjetivo: obscuro, con su noche entera, pensando en ti. ¿Cómo decirte todo esto, mujer imaginaria, mujer desconocida?, ¿cómo se le dice “te quiero” a alguien que (aun) no está?
Que no estás, que aquí no hay nadie, es parte del engaño, porque basta girar este control del tiempo hacia la derecha para llegar a ti. Porque es cuestión de días (semanas, años) sentir tu vientre. Pero esta noche, en este cuarto a obscuras, cargar todo este amor y prescindir de él es como desperdiciar las energías, como la filigrana hecha tan sólo para observarla y luego tirarla a la basura. Tener todo este amor aquí es como para morirse de vergüenza.
¿Por qué necesito tu imagen, tu nombre?, ¿por qué un cuerpo, el soplo divino que es tu vida, para esta idea (tan sólo una idea) que eres en mi? ¿Por qué no he hallado ni un rastro de ti? No pido tanto, creo, sólo que aparezcas y entonces tengan sentido mi amor, mis textos, los pensamientos abandonados al viento y el calor de mi cuerpo esta noche… No pido tanto, nada más una mujer con esta ropa a la medida que soy en el frío y gris maniquí.
Y siento curiosidad, por cómo sería tu compañía, por cómo celebraré ese encuentro entre tu vida y la mía… en cómo será el hijo que tendremos en abril, o en mayo… para que guste tanto de los días llorosos (quise decir, lluviosos) como yo… Y al articular estas palabras, ¿de qué forma me seguirá diciendo la gente casada: no sabes lo que dices? ¿Cómo se es yo con una pareja y un hijo así?
Tan sólo sigo en este cuarto y su adjetivo: obscuro, con su noche entera, pensando en ti. ¿Cómo decirte todo esto, mujer imaginaria, mujer desconocida?, ¿cómo se le dice “te quiero” a alguien que (aun) no está?
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