No sé qué hacer a estas horas con mis ojos arenosos. El insomnio, así, intangible, inasible, se filtra entre las pupilas y los párpados, resbala hacia las pestañas y no deja dormir. Cigarro y café a punto de digerirse no son la pareja ideal... y aquí estoy otra vez: la imagen de un Rubén en mi cama ha pasado de ser una larga frase entre dos puntos y seguido, a una pequeña aclaración entre paréntesis. No me parece extraño... pues has de hallarme pensando en tí, que formas parte de todas aquellas cosas que el amor ha significado para mí. Cada bocanada de humo se pasea dentro de mí, por los pulmones, se llena de tí en el corazón y no puedo exhalar otra cosa que no sea tu nombre. ¿Tienes por qué preocuparte? Definitivamente no, es placentero perderse en los vericuetos de todas (todas) las imágenes que de tí me grabé en los días pasados... y es que cada beso que te dí me dejó en los labios un trozo de tu cuerpo. Seguramente mañana temprano (si no es que ayer o antier) notarás frente al espejo la ausencia de tus mejillas, tu frente... tu nariz; si así sucede, no te alarmes... aquí te diré una mentira: prometo devolverte esa parte de tí que se ha quedado conmigo. Comprendo, pues, que aún (aún) no quieras verme: te iré robando a trozos conforme pase el tiempo. Me has dicho "nos vemos pronto" y no sé si es verdad. Pero, he de convencerte de que eres inagotable; ese pensamiento me da la tranquilidad para echarme a dormir, confiando en que habrá próxima vez.
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