Sí, recibí una carta... ¡de mi madre! Siempre había yo pensado que el género epistolar era bello, las cartas de amor fueron siempre prueba de eso. Pero... ¡recibir una carta de mi madre!
Más que sublime, es para guardarse en la memoria por mucho, mucho tiempo, para atornillar bien en el cerebro idea por idea, capturar todos los significados de cada frase de la bella caligrafía de mamá (y de su siempre buena ortografía) y llevar los trozos de su experiencia conmigo siempre presentes. ¡Chillo!
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