Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



5 ago 2010

La ventana novel

Tengo una nueva ventana, pero no veo la calle. Sigo viendo a los gatos, las cortinas iluminadas del frente de este vecindario, el cielo si me estiro hacia el frente... y a veces ni eso, porque llueve por las tardes, aunque, en tal caso, me consuela la lluvia. Pasan los vecinos y caen sobre mí las miradas curiosas, y han sido tan abundantes que advierto cuando alguien se traga de golpe su curiosidad al saber que estoy allí.

La novedad de mi ventana no ha sido exclusividad mía, también para las niñas de al lado que se empujan... y se ríen y cuchichean al pasar; para las muchachas, sus hermanas mayores, de las que no he recibido más que miradas furtivas y sonrisas ruborizadas. Como condicionado por los recuerdos, temí por mi corazón... porque regresó a mí la ventana de mi cuarto en casa de mis padres, entre mis 15 y 18 años... porque recordé a Michelle, la muchacha que siempre me buscó tras el cristal, que siempre sonrió al pasar y que se mudó sin que yo lo supiera.

Dentro de mi habitación, las cosas regadas por todos lados, la intención de poner orden, los trozos de mi vida que traen consigo: mordidas de Arquímedes (mi primer y único gato) en las pastas de los libros, el sofá que vio algunos desvelos, el pizarrón al que tanto trabajo le costó conseguir quién lo llevara a mi casa, la mesita de madera que nos vendió a tan bajo precio el borracho carpintero que la construyó, la ausencia del colchón que dejó de funcionar bien, los anaqueles cansados, la ropa limpia (como pocas veces antes, me da pena decirlo) y la que perdió su color y tuvo que abandonarme... la alegría de las cosas nuevas.

Todo yace junto a (y se ilumina por) esta nueva ventana, sobre la que se acaba de renovar mi corazón.

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