Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



19 jul 2012

Cirujano llantero

El Diablo Mayor y yo trajimos al viejo pero bien conservado Datsun a la vulcanizadora para sanar lo que le aqueja: se le escapa el aire por una llanta. Suelo de tierra, bodeguitas de madera... pero el orden reina aquí. Quizás Platón despreciaba los oficios manuales, pero una mente ordenada ha puesto aquí cada tronco, cada piedra grande que salte a la vista, las herramientas, una tina de agua y hasta una sala de espera a vuestra disposición, mientras se le da servicio a su coche y se le parcha la llanta... La razón de ser y su utilidad, le ha dado un lugar preciso en el taller a cada cosa. 

Se les da vuelta a las llantas de adelante para que el uso les gaste la otra orilla, otro modo de darles un segundo aire, de agotar las posibilidades (necesario no es, aún, comprar llantas nuevas: ahorre). Un oficio necesario, un hombre muy creativo, famoso en el lugar por hacer bien su trabajo... objeto de mi atención porque siendo uno de los mejores puede con ello ganarse la vida. Esta ciudad pequeña en la que nací y su pobreza.

Haciendo alarde de todo su arte, este inteligente y meticuloso señor nos platica sobre el ahorro de los gastos familiares, al tiempo que pone pacientemente un parche a la parte herida de la llanta. Mi padre le hace ver lo bien que trabaja, hace bromas y me dice: "están operando a la llanta"; el hombre simpatiza con él: "soy un cirujano llantero". El hombre nos platica sobre dos mecánicos de un taller contiguo: el padre y el hijo... la suerte que tuvo un carburador en las manos del padre, que a diferencia del hijo no le desahució: a los jóvenes, que "no han sufrido tanto como los viejos, se les hace fácil tirar a la basura antes que arreglar". 

Pienso en el profesor que conocí en la Universidad y su anécdota sobre Cuba: "Allí es un privilegio tener una computadora... y cuando se tiene, se le aprovecha del mejor modo posible. Por cada máquina se tiene una bitácora en la que aparece en qué horario puede usarle cada investigador". Se vuelve a pensar en ello, como cuando se voltea de nuevo la vista a aquél que se vio en la calle con la duda de si era quien creíamos al principio: sí, uno es afortunado por lo que posee.

La pobreza nos ha hecho creativos (a nosotros, comitecos) y aunque siempre existe la música de moda, las piezas románticas y las bailables, ni los músicos como el Diablo Mayor dejan de tocar los danzones, boleros y cha-cha-chás en cada una de las fiestas. Un modo de vida nos ha impuesto la pobreza, que aquí se esconde a la historia en la tradición para darle, cada que es posible, una segunda oportunidad.

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