Comitán.- Como en muchas historias, todo comenzó con abrir los ojos. Me había dormido no sin antes estirar los brazos y asir con fuerza todo lo que yo tengo de ti, en un ramillete enorme (para el ocaso ya te había dicho: hoy siento que te quiero más). Desperté y fuiste el primer pensamiento que surgió… fuiste lo primero que sentí. O quizás simplemente nunca te fuiste, erróneo es pensarte como un arribo… quizás es que siempre has estado aquí y es la conciencia de mí mismo la intermitente: vigilia-sueño, sueño-vigilia… y así.
Con un ojo a medio abrir y el otro aún cerrado, me puse el suéter y el pantalón, abrí la ventana, caricia de los pellizcos de luz, viento helado sobre el cuello y los hombros. Subí a la azotea: luz naciente, frío meciendo los árboles, nubes cubriendo todo lo que se puede ver. Me han gustado siempre los amaneceres, porque todo pensamiento parece nuevo y el tiempo en ellos es como la juventud. Porque uno siente paz, hoy tuve paz mirando hacia lo lejos y pensando en ti. Me sentí casi como en tu pecho (para sentirse así, sin ti, se requiere del repetido recuerdo de las mañanas de todos mis años).
Me senté a escribirte. Los fines de semana en que mis padres despertaban más tarde que de costumbre, me esmeraba en levantarme más temprano que todos y mirar el amanecer. Siempre me gustaron la luz entre las cortinas, el frío, la oscuridad muriéndose. He llegado a creer que lo que en realidad me gusta es el cambio hacia la luz de la oscuridad… y todo lo que sucede en el mundo mientras tanto (ese mundo que se concibe a través de los sentidos) me agrada en tanto que caracteriza un amanecer. Borges decía que en su juventud buscaba los atardeceres, mientras que de grande prefería las mañanas… un pensamiento que me ha marcado, porque si de joven se quiere ser maduro y de señor, joven, he de sentirme ya entrado en años en espíritu para que a mi edad prefiera las mañanas (Enrique me dijo alguna vez que soy un alma vieja en este mundo).
Ya el Sol nos ha dicho que anda por aquí a mi padre y a mí. Hermosa persona que es mi padre, que ha estado bebiendo café conmigo mientras te escribo; me ha pedido que le acompañe. Vamos juntos, después de yo enviarte un beso, a comenzar juntos el día.
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