Cuaderno de sentimientos diabólicos
varios, propios y ajenos,
en este constante pedalear por la vida...



26 jul 2010

Una carta...

Sí, recibí una carta... ¡de mi madre! Siempre había yo pensado que el género epistolar era bello, las cartas de amor fueron siempre prueba de eso. Pero... ¡recibir una carta de mi madre!

Más que sublime, es para guardarse en la memoria por mucho, mucho tiempo, para atornillar bien en el cerebro idea por idea, capturar todos los significados de cada frase de la bella caligrafía de mamá (y de su siempre buena ortografía) y llevar los trozos de su experiencia conmigo siempre presentes. ¡Chillo!

24 jul 2010

Precipitado...

Es muy pronto para sacar conclusiones, pero no sé por qué estoy nuevamente en estado aromado por ese cristal café claro y translúcido de tus ojos, por esos labios carmín… por ese cutis de lirio. Estado éste en el que me da por escribir y escribir… y pensarte y volverte a pensar, a recordar, a juguetear con mi mente mientras la parte imaginaria de mis párpados recorre cada centímetro de tu figura imaginaria, de lo único tuyo que me ha quedado después de tu presencia, tus mensajes y la sonoridad de tus palabras. Estado éste en el que me recrimino cada vez que desperdicié luz de sol, que dejé de posar mi atención en ti. Estado éste en el que repaso nuestras pláticas sobre la dulzura de la cotidianeidad de la que me embriago. Es muy pronto para decir que hay amor de este lado de tu corazón… es muy pronto decir que esta noche estoy enamorado.

Después de conocer tu nombre, dejé resbalar mi corazón en toda tu miel… entre todas tus rosas. Y me da por creer que me llegaron de tajo los 25 años antes de cumplirlos, porque no siento sino la zozobra de que no sea mío el brazo del que caminas. No me basta con verte, con deslizar en esos cabellos, uno tras otro, los dedos de la mano izquierda y deseo saberte... saberte.

Tu nombre, un nombre fuerte, harmonioso, con una letra muda al final, prolongando el sonido de todas tus letras y que de ti no quiere decirme nada.

10 jul 2010

Te comprendo...

No sé qué hacer a estas horas con mis ojos arenosos. El insomnio, así, intangible, inasible, se filtra entre las pupilas y los párpados, resbala hacia las pestañas y no deja dormir. Cigarro y café a punto de digerirse no son la pareja ideal... y aquí estoy otra vez: la imagen de un Rubén en mi cama ha pasado de ser una larga frase entre dos puntos y seguido, a una pequeña aclaración entre paréntesis. No me parece extraño... pues has de hallarme pensando en tí, que formas parte de todas aquellas cosas que el amor ha significado para mí. Cada bocanada de humo se pasea dentro de mí, por los pulmones, se llena de tí en el corazón y no puedo exhalar otra cosa que no sea tu nombre. ¿Tienes por qué preocuparte? Definitivamente no, es placentero perderse en los vericuetos de todas (todas) las imágenes que de tí me grabé en los días pasados... y es que cada beso que te dí me dejó en los labios un trozo de tu cuerpo. Seguramente mañana temprano (si no es que ayer o antier) notarás frente al espejo la ausencia de tus mejillas, tu frente... tu nariz; si así sucede, no te alarmes... aquí te diré una mentira: prometo devolverte esa parte de tí que se ha quedado conmigo. Comprendo, pues, que aún (aún) no quieras verme: te iré robando a trozos conforme pase el tiempo. Me has dicho "nos vemos pronto" y no sé si es verdad. Pero, he de convencerte de que eres inagotable; ese pensamiento me da la tranquilidad para echarme a dormir, confiando en que habrá próxima vez.

6 jul 2010

Instrucciones para volar


Esta noche vamos a despegar. Prepare sus alas, olvide el motor. Cierre los ojos, párese de puntitas en la orilla de su azotea, su nariz hacia el tinaco... abandónese hacia atrás y sienta el aire de la calle a sus espaldas. ¿Listo?... ¡A volar!
Las luces de las casas dormidas, la lluvia reciente sobre toda la oscuridad.
Nada será más suyo que el suicidio, puede pensar... y es cierto, pero la muerte no existe aquí después de despegar (la muerte, como el propio nacimiento, no han de grabarse en piedra sobre su memoria).
Mientras esté por los aires (aires: éter, fluidos intangibles, humos invisibles, etcétera) obsérvese, siéntase, imagínese... Adviértase, por favor: estará, entonces, contemplando su alma.
¿Que ha de llegar al suelo?, ¡sí!, por supuesto. Pero ni se preocupe: en este sueño (en el que usted inicia desde la azotea), cuando su cuerpo toque el pavimento... ¡voilá!... ha de despertar.